¿Cómo hacer una Visita Eucarística?

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Visita Eucarística

A medida que una relación se hace más estrecha, el corazón anhela más intensamente estar con la persona amada. Jesús es nuestro salvador, no sólo el que nos ayuda, sino el único que puede salvarnos, quien una y otra vez ha dado muestras de fidelidad incondicional al grado de dar la vida por nosotros. Su amor redentor tiene una medida infinita, con un alcance y unas cualidades que sólo posee el amor de Dios y que sólo valoras y comprendes cuando has vivido la experiencia.

La Eucaristía: lugar de encuentro con Cristo

En la última cena Jesús dijo a sus discípulos: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20). Allí está siempre en los sagrarios, deseoso de recibirnos y de que estemos un rato juntos. Cuanto más tiempo pasamos a su lado, cuanto más le contemplamos, cuanto mayor espacio le damos en nuestra vida, mejor le conocemos, más apropiamos su doctrina, más crecemos en amor a Él y más espacio le damos al Espíritu Santo para que nos transforme conforme al modelo de Cristo.

Dios creó al hombre para amarle y darle gloria; pues bien, la adoración eucarística es una de las formas más directas de realizar este proyecto de Dios sobre el hombre.

Por lo demás, a todos nos agrada la compañía de un buen amigo, alguien con quien estás a gusto, que te escucha, que te comprende, te acepta como eres, te valora, te alienta, te da el consejo que necesitas, te exige cuando es necesario. Cuando visitamos a Cristo Eucaristía estamos con ese Amigo, que es Dios y hombre verdadero, nuestro Redentor, ante quien sentimos la necesidad de postrarnos, adorar, dar gracias y pedir perdón por nuestros pecados.

¿Qué es una visita eucarística?

Una visita eucarística consiste simplemente en acudir a un encuentro personal de fe y amor con Cristo, realmente presente en la hostia consagrada.

Es una de las prácticas más sencillas y más provechosas de la vida espiritual. Diríamos que una visita eucarística no requiere explicación, basta la fe y el amor, y darse el tiempo para estar con el Señor. Así lo demuestran millones de personas que a lo largo de los siglos y de manera particularmente evidente en el presente, personas con y sin instrucción, acuden con frecuencia a visitar y adorar a Jesucristo en los Sagrarios. Es muy bello estar en una casa religiosa, un centro de retiros espirituales, un santuario, una Iglesia, y ver personas buscando la lámpara roja encendida, que indica que allí está Jesús Sacramentado.

¿Cómo hacer una visita eucarística? Actitudes

Ante todo el asombro: ¡Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, está con nosotros! Estamos no ante algo, sino con Alguien, ante el Hijo de Dios vivo. Estamos ante un sacramento admirable y no podemos acostumbrarnos o dar por hecho que así tenía que ser; Cristo se quedó en el Sagrario por mí, por amor a mí: este prodigio nos debe llenar de fascinación y estupor.

La adoración y la escucha: Vamos sobre todo a adorar y a escuchar a Cristo. Desde el momento en que llegamos ante Cristo Eucaristía, todo le habla a Él: el modo en que hacemos la genuflexión, el silencio profundo que guardamos, el recogimiento de la mirada, la devoción con que nos dirigimos a Él. Habría que evitar el escollo de hablar demasiado y dedicarse a “hacer cosas” y no simplemente estar, estar con Él. La gratuidad es muy importante: vengo porque quiero estar contigo, porque te lo mereces, porque te amo.

La gratitud: ¡El don de su presencia real en la Eucaristía es grande! El regalo de su compañía, la disponibilidad para recibirnos siempre sin límites ni condiciones, la edificación de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, los beneficios personales que hemos obtenido de Él, la confianza que nos da tenerle con nosotros… son motivo de infinita gratitud.

Apertura y disponibilidad: Ir con Cristo Eucaristía es como ir al taller del Alfarero (cf Jer 18), donde Dios nos modela. Los ratos de adoración eucarística hay que verlos sobre todo como el tiempo en que Dios me trabaja donde mi actividad consiste en dejarlo hacer, dejarme modelar, dejarme amar.

¿Qué hacer en una visita eucarística?

Creo que la respuesta es simple: estar con Él. Dicho esto, hay quienes piden algunos consejos prácticos para mejorar sus visitas a Cristo Eucaristía.

Ante todo, comenzar con una genuflexión hecha con calma, devoción, como un acto de profunda fe y adoración.

Luego, con o sin palabras, hacer un acto de fe, confianza y amor: Creo que estás aquí, Señor; he venido porque confío en ti y te amo mucho.

A mí me ayuda preguntarme de manera sencilla: ¿ante quién estoy? ¿quién soy? ¿cómo estoy? ¿a qué vengo? La respuesta se formularía más o menos así: Estoy ante ti, mi Dios y Salvador. Soy un pobre pecador, tu discípulo, tu sacerdote. Tengo sed de ti, he venido a beber de la Fuente del Amor infinito.

Luego, simplemente quedarse junto a Él, mirarle, adorarle, darle amor. O bien, sacar la Biblia o un buen libro espiritual, leer un pasaje, meditarlo, escucharle. Interceder por aquellos que me han pedido oraciones, por el Papa, la Iglesia, los que más sufren, las personas a quienes he hecho daño, los que me han ofendido, los que me han ayudado, las almas del purgatorio, etc. Ofrecerle mi vida, mi trabajo, mis actos de servicio. Exponerle cómo me encuentro, pedirle luz, consejo, humildad, fortaleza. También se puede rezar el Rosario; en fin, lo que cada uno quiera, conservando siempre la espontaneidad propia del trato entre dos personas que se aman.

¿Y si no siento nada?

En la vida espiritual es común que nos lleguen períodos de sequedad, momentos en los que no experimentamos un gozo sensible ante las cosas espirituales. Esto nos puede pasar también en nuestra relación con Cristo Eucaristía. Sin embargo, el silencio de Jesús no significa que esté ausente. Él está ahí, nos escucha y nos acompaña aunque no sintamos su presencia cercana y amorosa. La semilla sembrada en el campo crece y madura de noche y de día.


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